Los orígenes del Grand Hôtel du Havre se remontan a una época prehistórica. La leyenda dice que el Sena decidió cambiar su curso. El río dejó su lecho, encontrando su nuevo camino cerca de la Ópera, la rue de La Boétie y Alma. De hecho, se descubrieron huesos de los mamuts que vivían en la zona de la Ópera cuando se construyó el Hôtel du Havre.
Miles de años después, la Île de la Cité dio la bienvenida a aquellos que se convertirían en los primeros parisinos. La ciudad creció, protegida por murallas. Los comerciantes, joyeros y banqueros eligieron la orilla derecha del Sena. La margen izquierda estaba mayormente dedicada a los estudiantes. Con el tiempo, las fortificaciones desaparecieron y se levantaron bulevares por donde le gustaba vagar a Luis XIV. Sin embargo, el asfalto y los adoquines no tardaron en aparecer en el siglo XVIII, permitiendo a los parisinos pasear bajo la lluvia.
La rue Saint Lazare ya era una de las vías más concurridas, puesto que era el camino que conectaba muchos pueblos (Le Roule, Les Porcherons...). El noveno distrito de París despegó de verdad en el siglo XIX. La Ópera se levantaba orgullosamente a pocos metros de la Madeleine y el parque Tivoli. Los parisinos solían llegar a través de la rue d'Amsterdam. El Sena dejó un terreno seco en su camino que permitió la construcción de esas impresionantes estructuras, características del Capitale.
Cuando la reina Marie Amélie y sus hijas inauguraron las primeras pistas en 1837, el rey Louis-Philippe notificó explícitamente su desacuerdo. No obstante, en unos cuantos años más, se levantó el famoso Gare Saint Lazare en París.
En 1910, el Sena dejó su curso de nuevo, fluyendo donde se suponía que debía haberlo hecho durante la prehistoria.
Hoy en día, el vecindario ha cambiado muchísimo. Hay grandes almacenes junto al moderno Hôtel du Havre y tenemos unas zonas verdes de fama mundial. Los estudios indican que estas son las primeras fases de un aumento constante, ya que París es una ciudad con visión de futuro.